lunes, 15 de junio de 2015

HORMESIS: SALUD, NUTRICIÓN Y DEPORTE



La hormesis, del griego “hormo” que significa “yo excito”, proviene de la toxicología (la ciencia que estudia el efecto de los tóxicos sobre un organismo). Observaron cómo dosis bajas de un tóxico produce en el organismo el efecto contrario que una dosis elevada. Esto nos debe hacer pensar que un estímulo puede provocar dos efectos diferentes en función de las características del estímulo y las características del organismo que recibe el estímulo. Calabrese & Baldwin en 2002, definieron la hormesis como una respuesta adaptativa caracterizada por una curva dosis-respuesta.

Hormesis y deporte

El deporte y rendimiento físico son un claro ejemplo de hormesis. La realización de una actividad física provoca un estrés a nuestro organismo (daño muscular, depleción de las reservas energéticas, etc). Éste estrés genera una respuesta adaptativa que hace que nuestro organismo se adapte. De ésta forma mejoramos nuestro rendimiento: nos estresamos, posteriormente nos adaptamos, y mejoramos. Éste proceso se conoce como supercompensación y fue descrito por el fisiólogo Selye en el año 1963.

En función del estímulo, el cuerpo deberá generar unas adaptaciones o unas otras para conseguir acomodarse al ejercicio físico. Por ésta razón es muy importante que el entrenamiento tenga progresión y variabilidad. Si siempre entrenas igual, el cuerpo se acomodará y dejará de mejorar.



Si por lo contrario, no consigue adaptarse, el estrés “gana” al organismo y éste resulta “dañado”. El ejemplo más evidente, es el del sobreentrenamiento: entrenas, entrenas, entrenas, y no descansas bien, y en lugar de mejorar vas a peor, hasta poder caer enfermo o lesionado. De aquí la famosa frase “el descanso entrena y el entreno desentrena”. Aquí reside la importancia de un correcto descanso.

Éste concepto es clave para entender los beneficios del entrenamiento en ayunas. La realización de ejercicio físico con las reservas de glucógeno semi-vacías promueve adaptaciones que promueven el ahorro de glucógeno, la utilización de las grasas cómo fuente de energía, la reparación del tejido muscular y la mejora del VO2máx. (Journal Science Medical Sport, 2010). Estas adaptaciones son descritas por la ciencia mediante la observación de la expresión de proteínas como AMPK, p70s6k, etc. de las que ya hemos hablado en post-anteriores y seguiremos hablando en el futuro.
Hormesis y nutrición

En la nutrición también existen ejemplos de hormesis. El principal elemento de la nutrición que promueve efectos adaptativos es el ayuno. Los ayunos de corta-media duración combinados con periodos de alimentación promueven adaptaciones en el organismo, cómo por ejemplo la regeneración del sistema nervioso (antienvejecimiento cerebral) y la prevención de enfermedades cardiovasculares o metabólicas como la diabetes tipo II (Ageing research reviews, 2006). Igualmente, si el periodo de ayuno se alarga en el tiempo, o no se come lo necesario en el post-ayuno, no se puede llevar a cabo la adaptación, y aparecen síntomas como la pérdida de masa muscular, la reducción del metabolismo, etc.

Por ésta razón, podemos pensar que depende del tiempo de ayuno y de lo adaptado que esté un organismo, puede provocar un efecto u otro. La clave está en la progresión y en la nutrición post-ayuno, para que se produzcan los mecanismos adaptativos.

Otro ejemplo es el consumo de hidratos de carbono. Cuando los consumimos después de hacer deporte pueden servir para rellenar las reservas de glucógeno, mientras que cuando los consumimos cuando tenemos las reservas de glucógeno llenas, la glucosa se transforma en grasas saturadas que se acumulan. Además, la insulina, que es la hormona que promueve la entrada de glucosa en las células, es la principal hormona de la formación de grasa, en función de la cantidad de insulina liberada. Controlar los niveles de insulina será clave si no queremos acumular tejido adiposo.

Hormesis y salud

La salud también tiene ejemplos herméticos interesantes. Uno de ellos es el proceso inflamatorio y su resolución. Como ya nos adelantó Néstor en su post de “La curación de lesiones de partes blandas”, la inflamación tras una lesión de un tejido promueve la regeneración del tejido y la propia resolución del proceso inflamatorio (Chiang N. et al, 2005). Cualquier intervención que pretenda frenar éste proceso, muchas veces doloroso, puede provocar que el tejido no se adapte bien. Así hemos vivido durante millones de años, exceptuando aquellas situaciones dónde el cuerpo no se podía adaptar y nos moríamos (una infección muy grave, una herida, frío extremo…).

Bajo éste concepto, podemos entender que algunos factores interpretados como negativos por nuestra cultura sanitaria, tiene efectos adaptativos en nuestro organismo. Un ejemplo muy claro es la fiebre. Durante una infección, nuestro cuerpo trata de luchar contra un microorganismo, provocando un aumento de la actividad del sistema inmune, que nosotros conocemos como fiebre. Evidentemente, si la fiebre alcanza temperaturas elevadas durante mucho rato puede tener efectos fatales para la salud, por lo que debemos intervenir con antipiréticos, antibióticos u otros medicamentos recetados por un médico. De todas formas, en ningún caso, la fiebre puede ser considerada como algo malo, sino como una respuesta de adaptación a una infección por microorganismos, por lo que cualquier intervención que refuerce el sistema inmune apoya la “lucha inmunitaria” y puede ser considerada adecuada, ya que hacen que el cuerpo se haga más fuerte contra nueva infecciones.

Todo en su justa medida. Como diría un profesor mío, “la evolución lo hace lo mejor que sabe, pero no lo hace perfecto”.

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