martes, 16 de junio de 2015

SAL E HIPERTENSIÓN



En la actualidad, se considera que la tensión arterial normal es de 120/80. En varios estudios recientes se ha considerado la hipertensión como una de las principales causas de muerte en los países desarrollados, por lo que durante años se han estudiado las diferentes intervenciones para prevenir y tratar éste fenómeno, claramente influenciado por el estilo de vida. Además, el mantenimiento de la tensión elevada se relaciona con un aumento de patologías neurológicas como los accidentes vasculares cerebrales.

El sodio es un mineral esencial para el organismo. Cumple numerosas funciones, como por ejemplo regular los líquidos corporales (previene deshidratación), participa de la conducción del impulso nervioso entre las neuronas o es imprescindible para el equilibrio mineral en la célula, entre otras funciones. Éste mineral se aporta en la dieta principalmente en forma de cloruro de sodio, conocido por todos como Sal.

Según la hipótesis de que nuestro genoma se programó hace millones de años, los marcados cambios en la composición nutricional de la dieta puede predisponer a sufrir patologías “modernas” (hipertensión, diabetes, patología cardiovascular, etc.). Según algunas investigaciones se cree que la ingesta de sodio por la que estamos genéticamente adaptados debería de ser de 1200 mg. al día (por cada gramo de sal hay aproximadamente 400 mg. de sodio).


Debido a la importancia del sodio para la salud, el cuerpo tiene un sistema que favorece la retención de sodio y agua. Es el llamado sistema renina-angiotensina-aldosterona (RAA), que algunos creen que está genéticamente diseñado para responder a la variedad de la ingesta de sodio en la dieta. La máxima activación del RAA se produce cuando hay una prolongada dieta muy baja en sodio, mientras que se inhibe por completo su actividad cuando se consumen los 1200 mg. por día.

La tensión arterial es la fuerza que ejerce la sangre contra la pared de las arterias. Que exista una correcta tensión arterial es imprescindible para que pueda llegar sangre a todos los tejidos del cuerpo y se puedan ejercer funciones tan importantes como la filtración de la sangre en los riñones. La sal juega un papel importante en el mantenimiento de la tensión arterial, ya que favorece la retención de líquido junto a él. Cuando se produce una reducción de la tensión arterial el cuerpo es capaz de retener agua y sodio al máximo, mientras que delante de un exceso de sal promueve que el cuerpo la elimine junto al agua mediante un aumento de la tensión arterial.

Por éste motivo, existe la creencia dentro de la comunidad sanitaria que la reducción de la sal de la dieta es la primera intervención para la reducción de la presión arterial. De todas formas, en varios estudios recientes han observado que la reducción drástica de la sal de la dieta (40% menos) sólo reduce entre 3 y 6 mm. de mercurio la tensión arterial. En la misma línea, la ingesta en la dieta de potasio, magnesio o calcio puede aumentar la eliminación renal de sodio, si éste está en exceso, promoviendo una mejora de la tensión arterial de entre 2 y 5 mm. de mercurio. Debido a los números tan pequeños de los que hablamos, meta-análisis recientes han propuesto la posibilidad de que la reducción de la sal en la dieta tiene muy poco impacto en la prevención de la hipertensión (Journal of Human Hypertension, 2002).

La ingesta de minerales como el potasio, el magnesio o el calcio parece que tienen un papel en la activación del sistema RAA, frenando la conversión de angiotensina I en angiotensina II. Éste hormona, se libera principalmente cuando existe deshidratación, favoreciendo el aumento de la tensión arterial y frenando la utilización de las grasas como fuente de energía en el músculo (inhibe AMPK). Por lo tanto, los minerales pueden ser interesantes para reducir la tensión arterial, en personas con deshidratación.


Una vez más, con los carbohidratos hemos topado. La reducción de los hidratos de carbono en numerosas investigaciones se ha demostrado altamente eficaz para el tratamiento de la hipertensión
. En una investigación reciente siguieron a dos grupos de personas (en total 146 voluntarios) con obesidad o enfermedades relacionadas (diabetes, etc.). La mitad fueron tratados con dieta low-carb y la otra mitad con dieta-hipocalórica y medicación para reducir la absorción de las grasas. La sorpresa (para ellos) fue cuando después de 11 meses los que siguieron una dieta low-carb relucieron un 5% más la tensión arterial en comparación al grupo de dieta baja en calorías. En nuevas publicaciones, también se ha observado como el aumento de la ingesta de proteínas reduce el riesgo de padecer hipertensión en personas sanas.

Una vez más, si quieres hacer un bien a tu salud y a la salud pública puedes optar por reducir el consumo de carbohidratos de la dieta, como una de las herramientas mas potentes a tu alcance.

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